El enólogo argentino sorprendido por una danesa fanática de su vino y sus etiquetas
“El vino… ¡no sé por qué atrae de la forma que lo hace!”, pregunta Jorge Rubio, como si todavía pese a sus más de 40 años de vida de enólogo la respuesta fuera un misterio a desentrañar. Dice que a él el vino le dio todo; le dio la oportunidad de viajar y conocer otros países, de visitar otras bodegas y distintas culturas.
Y algo de misterio hay. Como lo muestra la historia de la bodega que fundó en el 2003 en General Alvear, una pequeña localidad de la provincia de Mendoza en la que se encontró con sorpresas insólitas. Como aquella vez que una mujer danesa, fanática de los vinos que la bodega exporta a su país, se confeccionó un blazer íntegramente realizado en patchwork con más de 400 etiquetas de cuero que obtuvo de las botellas del Privado, la colección de malbecs y tintos insignia del enólogo.
Él cuenta esta anécdota desde su casa, aledaña a la bodega familiar en General Alvear. “Nuestra primera exportación fue a Dinamarca en el año 2007 y por lo visto nuestros vinos gustaron mucho”, cuenta Jorge rememorando el día en que le llegó la foto. “En cierta ocasión, en 2017, el wine shop de Copenhague que vende nuestros vinos realizó una degustación y allí se presentó una joven, luciendo un saco realizado con las etiquetas de cuero del Privado. ¡La verdad es que fue toda una sorpresa para él y para nosotros!!” cuenta.
Los inicios como entrepreneur
Sus reconocidas etiquetas de cuero, emblema de la marca y uno de los grandes atractivos a la hora de conquistar a aquellos consumidores que buscan probar un vino distinto., llamaron la atención. La singular etiqueta está labrada con el nombre de la cepa y el año de la botella: “El origen de las etiquetas de cuero fue un poco por casualidad: siempre me habían llamado la atención las etiquetas de los jeans, así que al momento de pensar en nuestra segunda etiqueta, parte por curiosidad y parte por la necesidad de diferenciarnos, nos lanzamos con la idea y resultó muy bien”, cuenta Jorge.

Todo el proceso de producción del vino se realiza en la bodega familiar y esto incluye el pegado de las etiquetas, una por una, en forma manual como en los inicios.
Los vinos de la primera de sus marcas, llamada Finca Gabriel, en honor a su suegro viticultor, quien le cedió los viñedos donde cultivan las uvas propias, tienen una etiqueta de cartón con un lacito. Junto a su mujer Piky, empezaron cortando los cartones y anudándolos uno por uno.
Lo que inició como un modesto proyecto familiar, en poco tiempo creció a pasos agigantados, casi sin darles chance de internalizar la nueva realidad. “Si bien los orígenes fueron difíciles, tenía la inmensa satisfacción de hacer lo que quería”, rememora Rubio. “No nos pesaban las dificultades, ni las horas de trabajo, al estar inmersos en lo que nos gustaba hacer”. Contaron con ayuda: alquilaron una pequeña bodega para lograr su primera elaboración; sus colegas enólogos y conocidos les prestaron las bombas, los caños y las mangueras que les hacían falta y así sacaron sus primeras 20 cajas a la venta.
En el año 2006 compraron 7 hectáreas ubicadas en Ruta 143 N y Calle F, en el 2009 hicieron la primera elaboración ya en su propia bodega. Fue el primer gran logro, el que les dio la pauta de que habían comenzado un crecimiento que podía ser sostenido a lo largo del tiempo. Contaban con una nave de 30 vasijas y dos pequeñas oficinas. Hoy ya tienen cinco naves, 90 vasijas de distinta capacidad, una sala de recepción, oficinas, sala de reunión, sala de degustación, una cava para almacenar 1.500 barricas, fábrica de espumantes, salón de eventos y una fábrica de cognac.
“Desde que empecé tuvimos un crecimiento sostenido, vendiendo veinte cajas; después 50; al otro mes, 200 y a los 6 meses de iniciado ya me fui de la bodega donde yo trabajaba. Ya el cuerpo no me resistía tantas horas en dos lugares al mismo tiempo y elegí el proyecto personal”, recuerda Rubio acerca de sus inicios como entrepreneur.
Un sueño familiar
A los 45 años, después de haber trabajado desde los 18 como enólogo para una gran bodega mendocina que ya cerró sus puertas, Jorge Rubio fundó su propia bodega. Los medios de comunicación especializados, al ver que era uno de los primeros enólogos en crear sus propios vinos y manejar su propia marca, bautizaron a sus creaciones como “vinos de autor”, y así fue como decidió adoptar la designación y un poco, también, creérsela. Sin soberbia, según aclara, pero también con el noble orgullo y el asombro de quien cumplió un sueño y ve superadas sus expectativas.

“En el año 2003, decidí hacer realidad lo que había soñado siempre, ya que, soy enólogo, el proyecto consistía en tener una marca propia de los vinos que elaboraba y el objetivo fue lograr destacarme en la presentación y comercialización”, recuerda Jorge.
En ese entonces había pocos enólogos que hacían sus vinos ellos mismos. Rubio supone que él debe haber sido uno de los primeros mientras destaca que en la actualidad hay muchos jóvenes enólogos con marcas propias o pequeñas bodegas. “Hay un enólogo y escritor español que compara a los vinos de autor con una obra de arte, con un cuadro. Está el pintor que pinta por encargo y el que puede hacer su propia creación. En los vinos es lo mismo. Nosotros hacemos un poco lo que pide el mercado pero nos damos el gusto de hacer lo que nos gusta. A mí me gustan todos mis vinos, por eso me cuesta decir cual es el mejor; son como mis hijos, los quiero a todos por igual”. Pero reconoce que el poder elaborar vinos con identidad propia fue parte de lo que contribuyó a diferenciar a la marca en el mercado, fue una estrategia de posicionamiento de marketing que resultó efectiva, tanto en el mercado nacional como en el exterior.
“Mis dos hijos trabajan conmigo: María Silvina que es la mayor y es escribana reparte su jornada entre su estudio propio y la bodega. Germán, que estudió ciencias económicas en la capital de Mendoza y a los dos años se volvió y comenzó a trabajar conmigo”, presenta y aclara: “Empezó de abajo, lavando pileta, haciendo el trabajo de un operario; después el encargado se fue y en la medida que fuimos creciendo Germán se incorporó a mi lado en la administración de la bodega”. Quien completa el cuarteto de trabajo es Gisela, la enóloga que trabaja desde hace 15 años en la creación de los nuevos vinos. “Entre los 4 vemos cómo hacemos los cortes, si incubamos los vinos o no. En ese aspecto siempre he delegado. No soy una persona que se aferra al gusto propio, escucho mucho a los jóvenes”. La fusión empresa y familia se amplió con cuando Piki, la mujer de Jorge, se jubiló y también se sumó a la bodega. Pero la influencia del grupo se extiende aun más, hacia la comunidad local. “Las empresas se enraízan al lugar, a su comunidad”, observa Jorge. “Uno comparte con la gente que trabaja un montón de horas. Las vivencias que hay no solo de lo que ocurre en la bodega sino de lo que ocurre en la vida”, observa.
Su último lanzamiento es el espumante Privado Blanc de Blancs, una nueva línea compuesta por dos espumantes de guarda elaborados con uvas 100 por ciento chardonnay del Oasis Sur mendocino con másde 30 meses de descanso sobre lías. Ya hace cuatro años que Rubio se embarcó en el proyecto de construir su propia champañera con el objetivo de elaborar vinos espumantes que transmitan la esencia de los suelos del sur mendocino y la pandemia no lo detuvo. Todo lo contrario, al ser los vinos un producto alimenticio en ningún momento su comercialización se detuvo por las medidas sanitarias de aislamiento obligatorio que se implementaron en el país a partir del 19 de marzo por el Covid-19. De hecho, la pandemia resultó en un crecimiento inusual de las ventas de vino, hasta un 68 por ciento de aumento en septiembre con respecto a agosto para la bodega, con lo cual las expectativas para la línea de espumantes, un producto estrella de las fiestas de fin de año, son optimistas.
“Solo extraño las degustaciones”
Como para todos, las celebraciones de diciembre, le resultan una incógnita. ¿Podremos reunirnos en familia a despedir el año? No lo sabemos, se extrañan los encuentros. Y entre ellos, el ritual más preciado de todo amante del vino: la cata. “Lo que más extraño en estos tiempos son los momentos compartidos en las degustaciones del equipo enológico, junto a mi hijo, donde se comparten sensaciones variadas y a la vez únicas”.
Sin embargo, la ausencia de encuentros se compensa con la presencia de nuevos proyectos, el trabajo en equipo, las ganas y la posibilidad de mejorar.
“La otra ventaja que tiene nuestra profesión es que todos los años podés mejorar y evitar volver a cometer los errores que hiciste durante la elaboración pasada. Ya estamos pensando cómo vamos a hace la próxima elaboración. Creemos que podemos tener mejores vinos, mejor color, más estructura, aromas, en definitiva poder complacer al público”, concluye. Y aclara: el rumbo no se orienta a crecer en cantidad sino en lograr mejores productos, tener más variedades y más calidad. En definitiva, a seguir disfrutando.
Saint Felicien, más de 50 años de historia
Cata de Saint Felicien cosechas 2004 y 2018
La rica historia de una línea fundamental de Catena Zapata
Con la participación de Andrea Núñez y Ernesto Bajda, los Argentinos Wine Bloggers volvimos a ofrecer un nuevo #EncuentrosAWB virtual en el que no solo catamos dos añadas de Saint Felicien sino que, lo más importante, recorrimos su fructífera historia.
Cuando se pregunta quién es el enólogo de Catena Zapata, la respuesta que se obtiene es Alejandro Vigil; pero quienes hemos visitado la bodega y la conocemos un poquito por dentro sabemos que junto a él hay un terrible equipo, en el cual es fundamental Ernesto (Nesti) Bajda, que entró a trabajar allí luego de haber hecho unas prácticas y recibirse de ingeniero agrónomo en diciembre de 2002, en la época que estaban Marcheschi y el Colo Sejanovich.
Por eso fue lindo saber que quien iba a contarnos la historia de Saint Felicien sería Nesti, porque además es bien sabido de su buen humor y carisma. Y él también se mostró entusiasmado: “me gustó mucho la idea de hablar de Saint Felicien porque representa lo que somos ya que esta línea, en palabras propias de Nicolás Catena a quién consulté previamente para obtener datos, fue el puntapié inicial de todo lo que es Catena Zapata hoy; incluso también para la vitivinicultura Argentina”.

La historia de Catena Zapata y Saint Felicien
El inmigrante italiano Nicola Catena plantó uvas de Bonarda y Criolla en 1902 en finca La Libertad del Este mendocino. Luego, fue su hijo Domingo Vicente Catena (de dónde viene el nombre de la etiqueta D.V. Catena) el primero en enamorarse de la uva francesa, el Malbec con el cual hacía un vino mezcla con Petit Verdot llamado “corte Buenos Aires” y, en una época en que se mandaba mucho vino a granel, el tinto Buenos Aires iba en barricas.
En 1963 nace la marca Saint Felicien y según recuerda Nicolás Catena el vino se elaboró con uvas Cabernet Sauvignon un poco del viñedo La Vendimia en Rivadavia, buena parte del viñedo Angélica en Lunlunta y otro poco de un viñedo de terceros del Valle de Uco.
En esa época Domingo Vicente empieza a hacerse cargo de la bodega, los vinos se hacían en toneles, era raro separar en varietal, incluso se mezclaban las cosechas y luego se hacían cortes de toneles. Ahí es cuando Nicolás empieza a probar vinos del mundo en Estados Unidos y se propone hacer vinos de esa talla.
Saint Felicien fue la primera etiqueta argentina que nombra el varietal en la misma, idea que Nicolás tomo de los norteamericanos. En 1982 se produce lo que en Catena llaman “la primera revolución“: Nicolás conoce a Robert Mondavi y comprende la importancia del uso de la tecnología tanto en el viñedo como en la bodega, las barricas, el acero inoxidable, etc. Fue Bodega Esmeralda la primera en tener tanques de acero inoxidable, porque hasta ese entonces era el vino se elaboraba bajo una escuela oxidativa.
En 1990 Catena sale al mundo y lanza sus vinos de exportación, con la marca Catena, que en su origen son las mismas uvas que están en Saint Felicien. La segunda revolución es ir hacia la altitud y finalmente, a fines de los 90 y a principios del 2000, Laura Catena empieza a orientar hacia la investigación científica.
El nombre Saint Felicien es porque entonces lo común era elegir nombres franceses y en homenaje a un amigo de Nicolás llamado Feliciano, que fue uno de los que más lo alentó hacer vinos de alta gama.
La modernidad de Saint Felicien
La cosecha 2004 empieza marcar el inicio de nueva etapa -influenciados por la segunda revolución de Catena- que representa más la primera zona de Mendoza, sumado al Valle de Uco.
Saint Felicien es la marca más tradicional de la familia pero a su vez una de las más disruptivas, en la cual se hacen cosas de experimentación que luego se elevan a gamas más altas, como fueron los vinos orgánicos, fume blanc, rosado o doux.
También, entre otras acciones, como vinos de ediciones de homenaje, se realizó un concurso de etiquetas en el museo Nacional de Bellas Artes que fue ganado por Clorindo Testa.
El estilo Saint Felicien
“Para respetar su historia en San Felicien permitimos, o incluso podríamos decir que nos obligamos, a que tenga bastante pirazina. Queremos que esté la pirazina, que sea más simple, más clásico. Si quiero especiado voy por D.V. o Angélica. También tratamos de trabajar lo más natural posible, volviendo al origen, como las uvas se manejaban antes”, explica Bajda.

“En cuanto el añejamiento, si se lo hace bien, el Cabernet Sauvignon está condenado al éxito. El mundo lo sabe eso. No es como con el Malbec que todos estamos tratando de entender hacia dónde va en ese sentido”.
“Somos uno de los pocos lugares del mundo donde hay Cabernet Sauvignon de zonas frías, y eso es porque acá la uva está 20 a 25 días más de tiempo en la planta que en otras zonas del mundo y es mayor la intensidad lumínica, lo que hace más fácil controlar los excesos de pirazinas”.
“Nuestra tarea hoy es conocer mucho mejor lo que nos da cada zona, ser consistentes. En el mundo conocen el vino argentino un 70% gracias al Malbec, pero el otro 30% es lograr intensidad, perfume, aromas, suavidad y seguir buscando…”. El éxito de nuestros vinos pasa por lograr sorprender cada día a esos consumidores”.
Día de la Madre: por qué en Argentina se festeja hoy
En la mayoría de los países, el festejo es en mayo. Google tomó en cuenta la diferencia y le dedicó su doodle.
El Día de la Madre se celebra en la Argentina el tercer domingo de octubre. Pero el origen de la fecha y el momento del año en que se celebra cambia según el país.
La mayoría de los países, incluidos muchos latinoamericanos, lo festejan en mayo.
Google tiene en cuenta esas diferencia y, hoy, 20 de octubre, celebra a las madres argentinas desde su doodle.
El origen del día de la madre
Los primeros festejos se remontan a la antigua Grecia, donde se honraba a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Los cristianos transformaron esas celebraciones en un homenaje a la Virgen María.
Rea era la diosa de la fertilidad, esposa del temible Cronos. Los antiguos romanos rendían tributo a Cibeles, diosa de la madre tierra y símbolo de fertilidad.
Países como Panamá lo celebran el día de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. Pero Inglaterra y Estados Unidos marcaron la tendencia mundial del domingo.
Por qué en Argentina el día de la madre cae en octubre
Antes de la reforma del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre se conmemoraba el amor hacia la Virgen María (hoy se celebra el 1° de enero) en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica.
Pero para garantizar que todos pudieran agasajar a sus madres, se pasó el festejo del Día de la madre para el domingo anterior o posterior, por ser un día en el que no se trabaja.
Argentina siguió esa tradición. Pero luego se pasó al domingo siguiente al 11 y la fecha quedó definitivamente establecida: el tercer domingo de octubre.
Los motivos no están escritos en ningún lado, pero sí perdió su sentido religioso. Se cree que se fijó así para garantizar que todos hubieran cobrado sus sueldos para comprarles un regalo.
Día de la madre en Estados Unidos
Dos mujeres tuvieron que ver con la instauración del día de las madres como día de fiesta oficial en Estados Unidos el segundo domingo de mayo.
Julia Ward Howe, escritora y autora del himno de la República, quería dedicar un día para las madres por la paz.
En 1872 comenzó a celebrar encuentros a cuento de ese día en Boston, Massachusetts, donde vivía.
Ann Jarvis es la otra mujer responsable. Ama de casa, en 1905 creó la Asociación Internacional Día de la Madre en conmemoración a la muerte de su propia madre, Anne Marie Reeves Jarvis, que en la Guerra Civil de los Estados Unidos hizo esfuerzos por mejorar las condiciones sanitarias de ambos bandos.
En 1914, el Congreso de EE.UU. aprobó la fecha del segundo domingo de mayo como fiesta nacional y lo declaró el día de la madre.
Jarvis poco a poco lo vio convertido en un evento comercial, en el que comprar un regalo parecía algo obligado, y quiso eliminar la celebración del calendario. No lo consiguió.
fuente: clarin.com
Las curiosas etiquetas de vinos de Vicentin
El Tramposo, El Contrabandista, El Guapo, El Canalla, El Bribón, los llamativos nombres que eligió la polémica familia
El nombre de un vino representa su alma, cómo quiere ser percibido y apreciado no solo en una góndola. En el mundo vitivinícola hay una variada gama de nombres, pero el grupo Vicentin es uno de los que se atrevió a ir más lejos. Sus vinos hasta se agrupan bajo el nombre Banda de los Sucios.
En estos días, el grupo Vicentín, con participación en varios sectores de la economía, está en el centro de las miradas. Con presencia en Argentina desde 1929, recién 80 años después, en 2009, decidió incursionar en el segmento vitivinícola y en 2010 fue la primera cosecha. Hoy sus vinos se exportan. En diciembre de 2016 adquirieron el 100% de las acciones de Bodega Sottano. Entre Bodega Vicentin y Bodega Sottano, el grupo cuenta con más de 60 etiquetas, que se exportan a más de veinte países.
Posicionada en el foco de la tormenta por tener deudas que rondan los $100.000 millones no solo con bancos sino con pequeños productores, hoy las etiquetas de sus vinos llaman aún más la atención. Por obra del marketing o de la intuición, sus marcas hoy generan otras sensaciones.
Las principales etiquetas de Vicentin Family Wines ofrecen vinos reunidos bajo el nombre Banda de los Sucios: El Tramposo, El Renegado, El Contrabandista, El Cuarto sucio/El Canalla. Pero, como si esto fuera poco, hay más: Maldito, Arrogante, Voraz, Greta la Salvaje, El Apostador, El Guapo, El Bribón y Prisionero, entre los más curiosos.

La audacia llega a extremos inimaginados. El Renegado, en su versión cabernet sauvignon, se ofrece como “peligroso y diferente”; el cabernet franc de El Tramposo es “peligroso e imparable”; mientras que el petit verdot de El Contrabandista es “peligroso y siempre seductor”.
El economista Ernesto Mattos, del Centro Cultual de la Cooperación e investigador del Pro.In.Gra FCE UBA, señaló a BAE Negocios: “Si bien los nombres deben responder al marketing, hoy parecen irónicas y muy graciosas si uno piensa que están en cesación de pagos. En un contexto donde han cerrado más de 1.000 empresas agropecuarias en los últimos años, el grupo Vicentin se consolida en ocho rubros y saca estas etiquetas que aluden a cómo se sobrevive en este último período, en el cual por sus conexiones dentro del gobierno anterior podían acceder fácilmente a préstamos”.
En el mundo del vino, Jeff Mausbach, dueño de marcas como Buscado vivo o muerto o Manos Negras señaló: “Uno no quiere ser uno más adentro de la góndola y del mercado y busca diferenciarse. La etiqueta influye muchísimo a la hora de comprar un vino cuando el consumidor se para frente a una góndola”. Hay incontables ejemplos de nombres curiosos.
Aldo Graziani, de Aldos’s Vinoteca, explica: “Hay una guerra de etiquetas para ver quién hace la más llamativa y a veces se pasan de rosca. A veces es tan raro el efecto, decís ‘quién va a comprar un vino con este nombre’ y después es un éxito”. Lo importante es llamar la atención. Y como dice la familia Vicentin, lo importante es “ser peligroso, diferente, imparable y siempre seductor”.
FUENTE: BAE AUTOR: Por Graciela Moreno
Chachingo El dantesco reino de uno de los mejores enólogos del mundo
Alejandro Vigil, el Messi de los vinos, abrió hace tres meses un restaurante en su finca inspirada en La Divina Comedia y es un boom. Los turistas van a probar sus premiadas creaciones y sacarse fotos en un lugar que ya es de culto.
Llegar a la localidad agrícola de Chachingo, a sólo 25 minutos en auto desde el ingreso a la ciudad de Mendoza, parece algo simple. Sin embargo, hay que andar a paso lento entre poblaciones rurales de esquinas adoquinadas. Transitar hacia el sureste por la pintoresca calle Urquiza de Coquimbito, la más utilizada por el turista que recorre bodegas en bicicleta, y atravesar arboledas de carolinos que superan los 10 metros. Seguir hasta donde topa –que en el diccionario cuyano es donde termina en forma repentina una calle– y estar atentos al cartel que dice Videla Aranda, la calle de Maipú. Desde allí, a unos dos kilómetros hacia el norte entre fincas de viñedos, olivos, ciruelos y duraznos, está Casa El Enemigo.
Una pareja de treintañeros de Estados Unidos apuran sus pedaleadas para llegar a tiempo a la casa bodega de Alejandro Vigil, jefe de enología de la bodega Catena Zapata y creador del vino El Enemigo. Su socia es Adrianna Catena, hija del bodeguero Nicolás Catena y dueño del gran imperio vitivinícola.
Vigil (42) es ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Cuyo y lleva 14 años en Catena Zapata. Antes trabajó en el INTA Luján de Cuyo, donde investigó los suelos más propicios para el desarrollo del Malbec, la cepa emblema de Argentina. En su casa levantó su bodega y un restaurante para 55 cubiertos.
Sus hijos Juan Cruz (6) y María Giuliana (3) juegan entre las mesas, dibujan animales salvajes en el barro y hablan con los turistas como si se tratara de un pariente que visita la casa. Su esposa María Sance, doctora en Biología y docente universitaria, es la responsable de llevar adelante el restaurante.

Vigil recreó la Divina Comedia en su finca. El predio se llama Casa El Enemigo. A la bodega la bautizó como Los Valientes, la plantación es Nuestros Viñedos y el restaurante, Los Glotones. Como el Dante, el paseo invita a atravesar los reinos de ultratumba, distintas cavas para conservar vinos. Primero, el infierno, después el purgatorio y, finalmente, el paraíso.
En uno o dos meses más estarán listos los vinos de esa finca. El enólogo apunta al terruño para potenciar el suelo y clima, y dejar de lado la madera. “No hay peor enemigo que el miedo de no concretar las cosas por inseguridad. Hay que ganarle la batalla interna al miedo”, repite el enólogo, a quien consulta el particular nombre de su casa bodega.
De bermudas estilo militar, remera negra y zapatillas, Vigil se pasea como un turista. Se sienta a cada mesa para charlar con sus invitados y descorchar generosamente varias botellas de vinos, que van de los 500 a 900 pesos en el mercado. “Estalló esto”, dice tomándose la cabeza, mientras su casa se ve invadida de brasileños, norteamericanos, colombianos, peruanos y europeos que vienen a probar sus vinos.
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Dos de ellos acaban de obtener el máximo puntaje argentino en la publicación más influyente del mercado de vinos, el reporte 2015 de Wine Advocate del experto Robert Parker. Sus creaciones Gran Enemigo Single Vineyard Gualtallary Cabernet Franc 2011 y Catena Zapata Adrianna Vineyard Malbec 2011, calificaron en 98 puntos sobre 100. Y el vino de su pequeña bodega junto a Adrianna Catena, Bodega Los Valientes Chachingo Legend 2013, consiguió 96 puntos.
El Gran Enemigo Gualtallary se solicita por mail y está toda la producción del año vendida. “Armamos una lista de espera para no favorecer el elitismo en la bebida, y el que lo desee pueda disfrutar de El Enemigo”, explica Vigil. Cree que el reconocimiento de estos puntajes no es personal sino grupal. “Haber obtenido 403 vinos con puntajes superiores a 90 es un premio a la región, al esfuerzo. Hemos crecido en media y alta gama en comparación con el año anterior”, asegura.
Vigil nació en el centro mendocino, a pasos del polo gastronómico de calle Arístides. En el convulsionado 2001, ingresó a la bodega Catena Zapata. A los tres meses, el dueño de la bodega le pidió hacer el blend (mixtura de cepajes) del vino Nicolás Catena Zapata 2001. Quedó impresionado. De inmediato fue contratado para elaborar la alta gama de la bodega.

En 2006 nació el proyecto El Enemigo junto a Catena y su hija, y los primeros vinos salieron al mercado en 2010. Utiliza viñedos de la familia Catena de Gualatallary en el fértil Valle de Uco y otros viñedos seleccionados de la zona este mendocina.
Después de vivir 11 años con su esposa en campos de El Carrizal, una zona agreste donde está afincada la comunidad boliviana que trabaja en plantaciones, decidieron mudarse. “Empezamos a investigar. Descubrimos que Chachingo fue una de las primeras zonas donde se había cultivado y encontramos este lugar, nos encantó”, cuenta. Hoy tienen planeado seguir ampliando la finca. “Logré hacer lo que tenía mi abuelo en San Juan, que era la casa y la bodeguita, ahí donde debo haber probado por primera vez el vino, pero con soda”, recuerda.
Su lugar en el mundo es Chachingo, en la localidad de Cruz de Piedra, Maipú. Llegó con el entusiasmo de saber que podía tener buenos vinos. Asegura que sus vecinos fueron fundamentales: “Encontramos una comunidad que nos dio ayuda, que nos protege y dijimos ‘es esto lo que queremos’”. A 500 metros pasa el río Mendoza, que se alimenta de agua de deshielo. En la propiedad hay tres caballos que son de su hijo Juan Cruz. La familia disfruta las cabalgatas con los gauchos de la zona.

Falta poco para el almuerzo. Los mozos van y vienen con bandejas cargadas de copas de vinos. Una brasileña de unos 50 años se acerca para fotografiar la casa del enólogo y llevarse la postal de sus galerías mirando el viñedo. “Al principio nos costó un poco recibir turistas en la casa, pero ahora nos gusta. Les podemos mostrar la forma de vida que tenemos, cómo vivimos, qué hacemos. Hemos tenido que encontrar el equilibrio entre nuestra propiedad y el lugar”, confiesa Vigil.
La mayor demanda de público llevó a Casa El Enemigo a modificar las típicas entrañas, picadas y empanadas que se servían al comienzo por platos más elaborados de trucha y carne asada. Al menú, a cargo del chef Santiago Maestre, se incorporaron los productos delicatessen, como quesos y dulces que produce la esposa de Vigil con la marca Gardenia delicatessen. Todos los platos del restaurante son aptos para celíacos.
Y es un fenómeno. “La realidad es que no lo esperábamos. Abrimos hace tres meses y medio con la idea de darle algo de comer a la gente que venía los viernes y sábados a degustaciones. Pero cada vez querían quedarse más”, apunta el enólogo. La bodega está abierta de 9.30 a 17.30, todos los días, menos el domingo.

El almuerzo por persona cuesta 500 pesos, incluidos los vinos. La distinción con otros restaurantes de bodegas es que hay mucha generosidad con el llenado de copas. “Me cansé de visitar lugares y que apenas podía mojar los labios con un vino”, dice Vigil y quiere que sus visitantes “disfruten el vino y se lleven la experiencia de probarlo y saborearlo”.
Le parece fundamental tomar contacto con los que visitan la casa. “Es una posibilidad de acercarte al consumidor y transmitirle tu idea sobre el vino y la vida en forma directa”, sostiene. Hace probar vinos de otras bodegas, para que el visitante se lleve una impresión de los vinos de la región: “Me junto dos o tres veces por semana con otros enólogos. Probamos los vinos, charlamos sobre los conceptos que estamos desarrollando. Lo más importante es que rompimos la barrera o el miedo de criticarnos. Hoy nos decimos las cosas que pensamos, en confianza, lo que es fundamental para ayudarnos”.
Vigil o el Messi de los vinos, como muchos lo califican, no se imagina haciendo otra cosa. El poco tiempo extra lo dedica a jugar con sus hijos, aprender violín y bajo, escuchar jazz, o escribir cuentos, otra de sus otras pasiones. En lo laboral prefiere concentrarse en la experimentación con cepajes y zonas. Dice: “Hay que dividir los problemas coyunturales, como el atraso cambiario y los costos internos, de lo meramente técnico. Prefiero estar todo el tiempo planteándome todos los vinos que vamos a hacer”. Adelanta que la actual cosecha es espectacular, una de las mejores desde 2004: “Totalmente fría, con vinos aromáticos, de muy bajo alcohol, fácil de beber, lo que está buscando el mundo”.
Una expresión bien mendocina toma fuerza: “Por qué no te vas a la loma del Chachingo”, se suele sugerir cuando se quiere apartar a alguien y enviarlo bien lejos. Vigil logró que ese lugar remoto pueda ser un placentero destino por explorar.

Vigil en primera persona
Presente: Enólogo jefe de la bodega Catena Zapata, copropietario de El Enemigo Wines y Casa El Enemigo, y una de las 50 personas más influyentes del vino para la prestigiosa revista Decanter.
Mentores: “Mi abuelo Tristán, mi padre y la literatura de Julio Cortázar”.
Placeres: “Escribir, escuchar rock y jazz, tocar el bajo y el violín, disfrutar de la compañía de mi esposa María y mis hijos Juan Cruz y Giuliana”.
Exigente: “En Catena siempre hay que estar entre los mejores y siempre hay nuevos desafíos y ganas de hacer mejor las cosas. No quiero hacer el segundo mejor vino. La necesidad de poder estudiar es como una aventura que me mantiene arriesgando todo el tiempo, y siempre en busca del mejor resultado posible”.
Su relación con los famosos: A Marcelo Tinelli le elabora el vino Fede, el Indio Solari, viaja exclusivamente para compartir un vino y estrellas internacionales como Bono o Tommy Lee Jones elogian sus vinos. “Con Marcelo (Tinelli) tenemos una relación de amistad. Es un tipo muy simple, que le encanta el vino y con quien disfruto de compartir esa pasión. Al Indio lo conocí por intermedio de un amigo común y nos caímos bien desde el principio. Es una persona impresionante, por todo lo que sabe”.
El Enemigo: “Surgió a través de distintas charlas que tuve con Adrianna, la hija menor de Nicolás Catena y mi socia en el proyecto. Trabajamos sobre todo con Cabernet Franc, si bien tenemos Malbec y otros varietales. El concepto es volver a hacer los vinos como se hacían antiguamente”.
Las etiquetas: “Son creaciones de Adrianna Catena. La Divina Comedia es uno de los textos inspiradores, con sus cielos e infiernos”.

La cocina de “El Enemigo”
Con 32 años, Santiago Maestre es el chef titular de Casa El Enemigo desde hace dos meses. “Como profesor de cocina tuve la suerte de conocer gente muy abierta, entre ellos Jorge Crotta, que me hizo el contacto para venir a trabajar con Vigil. Hice una prueba y quedé”, cuenta.
El chef describe al enólogo como un rock star, pero que en su trato mantiene una actitud simple y familiar. “Así es la comida que preparamos: sencilla, con detalles gourmet para que vaya bien con estos vinos de gran calidad”, explica.
En su menú hay cortes de carne vacuna, cerdo, chivo y trucha, combinados con hierbas aromáticas y productos regionales, frutas y verduras de la finca. “Los platos se trabajan junto a los vinos, en sus sabores, cortes y aromas para obtener un buen maridaje”, dice.
El chef recuerda que aprendió a cocinar gracias a los consejos de su abuela, con la que convivió durante su infancia. Y cuenta: “Me encanta cocinar a la parrilla, pescados y pastas, también los panificados dulces y salados”.
El concepto de su cocina es que sea saludable, para que pueda comer una persona con celiaquía o diabetes, sin ningún problema. Y se incorporó el menú de niños para que toda la familia disfrute del paseo.
Videla Aranda 7008. Cruz de Piedra, Maipú.
Lunes a viernes. Horarios de visitas: 9.30, 11.30 y 15.30.
Sábados. 9.30 y 11.30.
Reservas: constanzah@enemigowines.com; facebook.com/casaElEnemigo
fuente: clarín









