La marca de whisky escocés creó una botella de diseño exclusivo para rendir homenaje al Perú. Conversamos con Juan Carlos Pizarro, Regional Head of Reserve en Diageo, sobre la campaña.
Desde el 2015, el whisky Johnnie Walker convierte sus botellas en creaciones artísticas para celebrar las ciudades y países más representativos del mundo. Es la primera vez que en Perú se lanzó esta edición exclusiva, Johnnie Walker Blue Country Edition, justo para festejar las Fiestas Patrias.
Para conocer más sobre la campaña de esta nueva edición, conversamos con Juan Carlos Pizarro, Regional Head of Reserve en Diageo, quien nos dijo que la marca siempre está en búsqueda de sorprender y gratificar a sus consumidores.
“Siempre hemos tenido diferentes iniciativas con nuestras botellas y etiquetas. Los consumidores siempre han respondido muy bien a las botellas con un diseño diferente. Se da especialmente con nuestra colección “Pionering Country Edition” de Johnnie Walker Blue Label, ya que el público sabe que son botellas de colección”, comentó Juan Carlos.
Asimismo, esta nueva edición se está presentando por primera vez en nuestro país y la marca tiene muy buenas expectativas. “En el caso de Johnnie Walker Blue Country Edition Perú, esperamos que el interés sea mucho mayor ya que solo hay 500 botellas con este diseño. Es una edición muy limitada que solo sucederá una vez en la vida. Y es la primera vez que desde Johnnie Walker se hace un homenaje de esta forma al Perú, y con una etiqueta tan emblemática como Johnnie Walker Blue Label”, aseguró.
La marca ha lanzado varias versiones de diseño pero más dedicadas a las ciudades y la idea de trabajar con países es relativamente nueva, dijo Pizarro. “Perú es el primer país en Sudamérica donde se lanza esta edición limitada y las Fiestas Patrias fue el momento preciso a manera de homenaje a la historia peruana. También es importante señalar que el consumidor peruano ha evolucionado, y hoy hay un mayor interés por la calidad del líquido, del Whisky. Y por disfrutar de un Whisky de tan excepcional calidad como Blue Label. Eso suma para tener el momento perfecto para lanzar esta edición limitada”.
Además, el artista que plasmó toda la cultura de nuestro país fue Jonny Wan, ilustrador internacional que ha participado en campañas muy importantes como diseñar los posters para el Oscar 2015. “Nuestra casa matriz en Londres buscó diseñadores que tuvieran alcance global y Jonny calzaba con ese perfil. Sus ilustraciones se inspiran mucho en el arte antiguo como el egipcio, el maya y el inca. Quedó fascinado con los patrones geométricos en nuestra arquitectura, textiles, cerámica y joyería. Su diseño en la botella Johnnie Walker Blue Label Country Edition Perú es un viaje a través de la historia de nuestro país y eso era lo que estábamos buscando. Jonny también ha diseñado las botellas de Johnnie Walker Blue para otros países en el mundo como Líbano y Tailandia”.
Se le consultó sobre la posibilidad de trabajar con diseñadores nacionales. “Nos encantaría que artistas peruanos intervengan nuestras botellas de Johnnie Walker y estamos revisando esa posibilidad para poder hacer alguna colaboración con alguno de ellos. Tenemos en Perú, increíble talento para lograr diseños extraordinarios. Sin embargo, para esta edición limitada buscábamos un perfil más global, al ser un homenaje hacia el Perú”.
Cómo mensaje final Juan Carlos Pizarro, Regional Head of Reserve en Diageo, comentó que “la cultura y herencia del Perú es única y buscamos celebrarlo a través de una etiqueta de Johnnie Walker que sea también especial. Para poder lograr Johnnie Walker Blue Label, se realiza un proceso único donde se selecciona manualmente solo una de cada 10.000 barricas que ha logrado la calidad excepcional para ser parte de este blend. Esta excelencia de su contenido está reconocida con el sello Real. Adicionalmente, cada botella es única, está numerada individualmente y son solo 500 botellas de esta edición. Es así como buscamos celebrar la historia de progreso de Perú. La conjugación de las tradiciones ancestrales de nuestra nación y el arte de Johnnie Walker han creado esta botella de diseño particular”.
El vino es una bebida que se obtiene de la uva, el fruto de la vid. Desde hace miles de años, mediante un proceso de natural de fermentación, se consigue este apreciado producto. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del vino y su origen. También quién lo inventó, dónde y cuándo se empezó a fabricar.
Origen del vino
Para poder conocer el origen del vino, debemos retroceder miles de años en la historia del hombre.
Muchas personas que se interesan por los inicios de esta preciada bebida alcohólica, buscan respuesta a alguna de estas 3 preguntas que vamos a responderte:
¿Quién inventó el vino?
¿Dónde se inventó el vino?
¿Cuándo se inventó el vino?
No hace falta ser un verdadero experto para poder apreciar este líquido, pero si es cierto que cuanto más se aprende sobre él, más se puede disfrutar. Si sientes curiosidad o estás buscando respuestas, has llegado al lugar adecuado.
¿Dónde se encuentra la cuna del vino?. Es una pregunta muy difícil de solventar. Algunos creen haber hallado la respuesta en los Montes Zagros iraníes.
Allí fue hallada en 1986, una vasija procedente del Neolítico, en cuyo interior se comprobó que había restos relacionados con la crianza del vino. Se calcula que su origen es del año 5000 a.C.
En el antiguo Egipto, creían que fue el rey mítico Osiris quien plantó la primera vid en la ciudad de Thyrsa y posteriormente elaboró el primer vino del mundo.
La mitología griega, atribuye la invención del vino a su dios Dioniso. Por ese mismo motivo era el dios de la vendimia y el vino.
Igualmente los romanos, que llamaron a este dios con el nombre de Baco, le atribuyen el honor de ser el descubridor del vino.
Por otro lado, también existe la visión histórica judeocristiana del vino, que se opone a todo lo anteriormente expuesto:
En el capítulo 9 del Génesis se atribuye su hallazgo a Noé, quien al salir del Arca tras el diluvio encontró unas viñas, de cuyo fruto comió tan abundantemente que terminó emborrachándose.
Pero también se lee en el libro de los Proverbios: “Dad vino a quien tiene el corazón lleno de amargura”, y el profeta Ezequiel aseguraba no haber planta más excelente, creada por Dios, que la vid.
En cualquier caso, durante todo este amplio periodo de tiempo alcanzaron cierto reconocimiento una serie de caldos.
Como por ejemplo, los vinos de Creta y Chipre, así como el vino frigio, de un color rojo subido.
También se apreciaba el vino de Palestina por su suavidad y graduación, y se celebraba el vino ligero del valle del Sharón, y el vino etíope, todos desaparecidos ya.
Junto a estos vinos de prestigio hubo otros de consumo muy popular:
Vinos mezclados con agua hervida y bálsamo que se tomaban tras el baño.
El vino chipriota bebido con incienso.
El oinomele griego, de miel y pimienta.
El vino dulce ilioston, parecido a la mistela, procedente de uvas expuestas al sol durante tres días.
El vino de Meushan, elaborado con uvas dulces ahumadas.
El vino especiado de Libia, joven y amargo, llamado vinum conditum, que se bebía todavía en el siglo VI de la era cristiana.
Historia del vino en el Antiguo Egipto
El primer sistema para extraer el zumo o mosto de los racimos de uvas fue pisarlos. Pero los egipcios fueron mejorando este procedimiento y envolvieron las uvas en telas de lino de cuyos extremos tiraban para extraer el mosto.
Conocida es la anécdota de cierto bodeguero de Alejandría, poseedor de trescientos frascos de vino muy viejo, setenta años, en una época en la que un vino de tres ya era una rareza.
En aquella bodega del Egipto antiguo llamada “Las buenas cosas” se vendía ese vino para regular el vientre, bajo receta médica.
En torno al vino existía una serie de creencias peregrinas; se decía que ciertos caldos exóticos podían dejar embarazada a una mujer sin concurrencia de varón. No faltaba quien asegurara que mientras unos vinos causaban insomnio, otros abatían tanto al hombre que tardaba en despertar de su modorra.
Historia del vino en la Grecia clásica
El vino griego, era muy distinto a lo que hoy entendemos por tal. Era muy oscuro y espeso, tanto que se bebía mezclado. Se almacenaba en barricas, odres o ánforas de arcilla que taponaban con tejido impregnado en aceite de oliva o grasa animal, y lacraban o cegaban con barro arcilloso.
Dionisio, dios griego del vino
En el primer caso el aire penetraba en el interior volatilizando los aromas naturales; en el segundo, el taponado de arcilla hacía imposible la transpiración y el vino se pudría.
Los vinos clásicos duraban poco, pero llegaron a tener renombre los de Quíos o Lesbos, que viajaban en recipientes de barro de la altura de un hombre, especie de ánforas con orejas y base puntiaguda.
Estas voluminosas piezas cerámicas se taponaban con barro envuelto en un trapo y sellado con cola de pescado. El vino común solía venderse a granel, y en envases de pequeño formato a gente adinerada de la ciudad o de la diáspora griega.
Era tan fuerte que se aconsejaba mezclarlo con agua e incluso con sustancias que hoy parecen aberrantes, como la resina, agua de mar y especias.
Sócrates, decía que el vino humedece el alma y calma las penas adormeciéndolas: hermosa manera de decir que lleva al hombre al olvido de sí y de sus problemas.
Por lo general, el vino que se bebía en los simposia o reuniones de amigos se aromatizaba con hierbas que alteraban su sabor. Eran vinos del año; en Grecia un vino de cuatro años era ya un vino de gran solera, en el límite de su edad posible.
Homero asegura en el canto XIV, de la Odisea: “El vino, ese loco que hace cantar, bailar y reír llorando’”.
Y el poeta bucólico Teócrito da fe de la bondad de algunos vinos añejos, de los que apenas se tenía oportunidad de beber un par de veces.
En esto se hace eco de Platón, el filósofo griego del siglo IV, que recomendaba no beber vino al hombre que se dispone a yacer con su esposa para generar hijos, ni a los soldados que están en vísperas de combate.
Sea de ello lo que fuere, el vino gozó de gran popularidad en el mundo griego. Se sabe que Sócrates se emborrachaba; también Sófocles, Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno.
Los griegos crearon un sistema revolucionario para extraer el vino: depositaban la uva en un recipiente cilíndrico por cuyo interior descendía un disco o émbolo que estrujaba los racimos. También se aplicó el principio de la palanca para sacarle mayor partido a la uva, que soltaba así el máximo de jugo.
Curioso caso el del vino de Poseidonia, en la costa de Sicilia, cuyos vinos eran muy conocidos en el siglo VI a.C. Dos siglos después la ciudad pasó a llamarse Paestum, apelativo con el que se comercializó y llegó incluso a España, donde pasado el tiempo se llamaría vino de Pastum, de donde se diría “pasto” o vinazo, nombre que ha llegado hasta nuestros días.
Historia del vino en el Imperio Romano
En Roma, adonde algunos creyeron en la Antigüedad que había sido Saturno el encargado de llevar tan delicioso caldo, el emperador romano Tiberio, sucesor de César Augusto, tuvo fama de borracho.
De él se cuenta que abusaba tanto de la bebida que dieron en llamarlo Biberio…, pero no es sino un juego de palabras de la época.
Los romanos mejoraron el sistema de extracción del vino inventando una especie de colador-exprimidor.
En el siglo II a. C., el escritor latino Catón el Viejo describe en De re rustica una prensa de uva con tornillo que había visto en las Galias, en la región correspondiente a la vieja provincia de Châteauneuf-du-Pape.
Todos estos avances mejoraron el producto y dieron un vino más elaborado y puro. Sabemos cómo era el vino antiguo. Unos pequeños frascos de vidrio sellado, hallados en el fondo del mar entre restos de naufragio muestran que nada tenía que ver con el actual.
Si hoy se alaba la pureza, la ausencia de mezclas en un buen vino, antiguamente era lo contrario: vinos y licores se mezclaban con perfumes, miel, áloes, tomillo, bayas de mirto, mirra e incluso con agua de mar.
Para el alcoholismo, mal frecuente en la Antigüedad, los antiguos ya buscaban remedios. Plinio daba el siguiente para aborrecer la bebida:
“Échense dos anguilas vivas en una cántara llena de vino, y no sacarlas hasta que se hayan hinchado y ahogado. Después, sáquense y cuécelas en agua, dándoselas a comer a quien esté determinado abandonar el vicio, quien además deberá beber el vino en el que las anguilas perecieron. Tomará en breve tal aborrecimiento al vino que no volverá nunca más a él”.
Aunque a veces el vino era visto como remedio de muchas enfermedades. Plinio los dividía en cuatro:
El vino tinto es bueno para gentes de temperamento colérico o sanguíneo.
El vino blanco deben beberlo los flemosos y quienes tienen piedra o arenilla en el riñón.
Los melancólicos beberán el vino rojo.
En cuanto al vino oloroso, debía huirse de él porque da dolor de cabeza.
Historia del vino en la Edad Media
Durante la Edad Media decayó el arte de la vinificación. Pese a que los romanos habían llenado de viñas las comarcas que ellos entendían podían dar buena cosecha: África del Norte, España y Galia.
Fue cultivo propio de monasterios y abadías por la necesidad que del vino se tiene en la celebración de la misa. El esfuerzo de los monjes trajo avances en el arte de la viticultura.
También fue elaborado cuidadosamente por los judíos, que usan el vino en sus principales fiestas y en las vísperas del sábado, su día sagrado.
Creen algunos que el vino llegó a su cumbre de perfección con el champagne, creación de un monje de la abadía francesa de Hautvilliers hacia 1690.
No fue invento casual; el benedictino Dom Pérignon, gran catador, discurrió mucho hasta conseguir el caldo espumoso y burbujeante que Luis XIV puso de moda en Francia en perjuicio del Borgoña, que hasta entonces se bebía.
Idea del mismo fraile fue envasar en botellas herméticas, lo que permitía conservar el gas carbónico producido en la fermentación de primavera, cuando se produce la espuma: y aunque no inventó el tapón de corcho, que ya emplearon los romanos, sí lo recuperó y comenzó a poner las botellas boca abajo.
El vino era almacenado en barricas de madera, en las que madura normalmente a los tres años. Un mayor tiempo de almacenamiento puede no dañarlo, pero desde luego no lo hacía mejor.
No fue hasta finales del XVIII, cuando se mejoraron los procesos de obtención y elaboración del vino, hasta el punto ya que los caldos podían permanecer hasta veinte años dentro de los barriles.
Etimología de la palabra vino
Por cierto, la palabra vino proviene del latín vinum, un término presente en la obra de anónimo autor el Cantar de Mio Cid, la más antigua que nos ha llegado en castellano de nuestra literatura.
Este era el vino que se tomaba en la Argentina en 1800
El Carlón, producido en España, fue el vino preferido de los argentinos durante las primeras décadas del siglo XIX. Tinto de color intenso y alta graduación alcohólica para la época, no faltaba en las casas de todo el país.
IMAGEN ILUSTRATIVA.
“Pocos saben que el Carlón fue el vino más famoso producido en tierras de Castellón, concretamente de Benicarló de la uva garnacha. De un color muy intenso, de potencia aromática y alta graduación alcohólica para la época, unos 15 grados que hoy no asustarían a nadie, existió desde el s. XVII al XIX y se exportaba a toda Europa y también a algunas colonias”, explica Alejandro Rodríguez, profesor de la Escuela Argentina de Vinos.
En las mesas bien servidas de la época, el vino Carlón era el elegido. Proveniente de la provincia de Castellón, España, miles de pipas de vino anuales llegaban en barco al puerto de Buenos Aires. Aquí se trasladaban a jarras de plata y luego se servía en la mesa de los más pudientes de aquellos tiempos.
No se conoce exactamente cuándo comenzó el cultivo del Carlón, pero se registra que ya en el siglo XIV logró una producción extremadamente fructífera, por lo cual tuvo que ser regulada políticamente en tierras españolas.
Tanto en la Argentina como en otras colonias españolas dentro de América se había prohibido el cultivo de la uva, sólo permitiendo que se bebiesen productos puramente de origen español. Fue así que la demanda fue prosperando de tal manera que los vinos comenzaban a enviarse con más regularidad a América.
“Por estas tierras al vino Carlón se le agregaba soda y también hielo para rebajar su alcohol y cuerpo. Fue el vino predilecto de los consumidores locales hasta casi fines del 1800 y símbolo del monopolio impuesto a las colonias por España”, agrega Rodríguez.
Sin embargo, con el tiempo y debido al mencionado aumento de demanda, los que al principio eran vinos densos y con un tinte espeso a causa de su añejamiento, se empezaron a despachar sin envejecer, generando productos más livianos y de menor calidad.
Ya en esos tiempos y en las más de 400 pulperías que existían para 1810 en Buenos Aires, se ingerían una gran cantidad de bebidas alcohólicas. La gente de clase baja consumía sobre todo aguardientes, pero también existía una versión más económica, para los menos pudientes del vino Carlón, llamado Clarín en algunos casos y Carlete en otros.
Palpitando la Revolución
Dos pulperías eran muy famosas en tiempos de Mayo. Una era “la del Maldonado” y la otra “La fonda de los Tres Reyes”, ésta última ubicada a sólo media calle del Fuerte, en la calle San Cristo, en la actualidad 25 de Mayo. Se dice que abrió sus puertas a manos de Giovanni Bonfillo, un inmigrante italiano, llamado entre los porteños “Juan”. Relata Víctor Ego Ducrot en su libro “Los Sabores de la Patria” que allí se reunieron una tarde lluviosa de 1809 James Florence Burke, Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña y, entre copas, cerraron el acuerdo de gran importancia para los acontecimientos que muy pronto sacudirían Buenos Aires.
Ducrot describe en las páginas de su libro que estos tres caballeros ya habrían brindado con vino proveniente de Mendoza. Así fue que al correr de los años el vino Carlón fue desapareciendo de la mesa de los argentinos, no sólo por sus malas versiones, sino también por el advenimiento de los vinos provenientes de las zonas de San Juan y Mendoza, que ya se abrían paso en aquella época.
Se registró que el vino Carlón se vendió libremente hasta 1920. Pero cada vez fue menos solicitado. Para el año 1930 la plaga filoxera acabó con la última vid y con otras viñas de la región de Castellón. Así fue como el Carlón le dio el mando a los vinos cultivados en nuestro territorio.
Damajuana: vino en abundancia
La damajuana es un tipo de envase de vino que data de mediados del siglo XIX.
La damajuana nace como resultado de la búsqueda de la comodidad y de la abundancia en la primera mitad del siglo XIX. Fue originariamente un recipiente de vidrio de boca ancha y con un gran diámetro para poder alojar más cantidad de vino en una única recarga. Con el paso del tiempo fue combinándose el vidrio con diferentes tejidos que la sostenían hasta que las últimas del siglo XX y XXI se completaron con un soporte plástico.
El origen de la damajuana: la historia regional
Se sabe que nació en México alrededor de la década del 1850, cuando el vino se compraba cargándolo en una botella que el comprador debía llevar.
Sucedió un día, que la esposa del vidriero, a la que el pueblo llamaba, la dama Juana, fue a hacer la recarga semanal de vino con una sorpresiva botella que su marido había diseñado. Esta tenía un cuello refinado pero al descender alojaba la base de como cuatro botellas juntas.
La reacción del comerciante y del resto de los compradores fue inmensa pues gran facilidad tenía al llevarse el doble de líquido con una sola recarga. Y tanta era la ventaja que hasta dejaba su botellón mientras realizaba otras compras para pasar a buscarla una vez finalizado el recorrido.
La difusión de la nueva forma de comprar vino
Rápidamente en todo el pueblo comenzó a resonar el nombre de la dama Juana del botellón de vino y también se comenzaron a dar cuenta, el resto de las amas de casa, de la gran utilidad que proporcionaba al ahorrar unos cuantos viajes al mercado. De esa manera empezó a difundirse; pero como no tenía un nombre específico a través del cual se llamara, solían pedirla como la botella de la “Dama Juana”.
Se consolida la damajuna
Bautizada así como Damajuana se utilizó también como reemplazo de los primitivos barriles contra los cuales salió a competir bajo el lema:
“No compre Barriles, grandes e incómodos. Use Damajuanas y aproveche ese espacio entre el cobertizo y el establo para tejer.”
La damajuana forma parte de nuestra historia del vino, de la pampa y de los gauchos. Así se presenta entre las costumbres de los primitivos pobladores de la pampa y el gaucho Martín Fierro también la da a conocer.
Pues siempre la mamajuana
Vivía bajo la carreta,
y aquel que no era chancleta
en cuanto el goyete vía,
sin miedo se le prendía
como güérfano a la teta.
Cap. II, El gaucho Martín Fierro
“Una innovadora propuesta de etiquetas boutique pensada “Por tu mala junta te perdiste» reza el tango y, aunque no se trate de una historia de amor y abandono, el cuento o el “chamuyo” aquí tienen un final feliz.para disfrutar y tramar grandes encuentros con amigos”
Personalidad Malajunta
“Por tu mala junta te perdiste» reza el tango y, aunque no se trate de una historia de amor y abandono, el cuento o el “chamuyo” aquí tienen un final feliz.
Malajunta Wine es el proyecto enológico de dos amigos – Leonardo y Gabriel – que disfrutaron juntos de su infancia y travesuras. Los años pasaron y sus ideas también crecieron con ellos. Oriundos de familia con tradición vitivinícola mendocina, los vinos Malajunta le aportan un aire fresco al mercado de las vides.
Gestados en terroirs propios de la provincia de Mendoza, anclados en la zona de Cruz de Piedra (Maipú) y Los Árboles (Tupungato), detrás de estas botellas asoman no tan tímidamente Leonardo Berlanga y Gabriel Donozo, enólogo de la bodega.
Con una partida limitada de botellas – solo elaboran 3650 por variedad y 5000 para los reservas – cada día pisan más fuerte aún en las afueras de su Mendoza natal, y hasta tientan al público más abstemio de la comarca por sus lazos estrechos con el símbolo de la amistad, esa que todo lo atraviesa y nada traiciona.
Enólogo de Malajunta Wine
Cada proceso de elaboración se realizó a pequeña escala, para controlar la calidad al máximo pensando en lograr un vino que represente lo mejor de nuestros viñedos.
Un atractivo peculiar genera el marketing de Malajunta Wines. Además del nombre, la imagen que acompaña le aporta la cuota revolucionaria, irreverente, progresista, con carácter y personalidad que define el sello intrínseco del vino. (Divagación imprescindible: la imagen fue comprada a un modelo de EE.UU, y se patentó en la Argentina junto al nombre de las etiquetas)
Malajunta Wine
Si de variedades hablamos, en su viña vas a encontrar cepas tradicionales, reservas y algunas variedades no tan comunes en estas latitudes como Pedro Ximenez, que no resultan extrañas si seguimos el concepto de innovación de la marca.
Malajunta Wine va por más y prepara una línea de alta gama que seguro será bienvenida en la comunidad de Baco. Pero como ellos mismos pregonan, “no hacen vinos, sino historias”. Así que aquí esperamos, como acodados en alguna barra de un secreto speakeasy, con las copas listas para degustar aquello que tengan para contar.
El vino es generador de momentos, sensaciones, experiencias y con el tiempo también se consolidó como legado de amistad a través de proyectos de autor.
Hoy quiero compartir con ustedes cuatro ejemplos de esto, ideas que comenzaron con simples charlas y sueños alocados que un día se hicieron realidad.
Pacto Wines
La idea inicial comenzó en 2014 cuando dos amigos que se conocieron en la facultad de abogacía, Leonardo y Francisco, decidieron que iban a crear un vino propio para poder disfrutarlo ellos mismos. En ese primer momento todo muy lindo y de mucho entusiasmo, solamente faltaba una sola cosa: alguien que supiera como hacerlo.
Allí fue donde entra el socio enólogo Rodolfo con quién iniciarían Pacto Wines, nombre que surge de la unión y amistad que los había reunido. Si bien la primera cosecha se enfocó en el hobby y aprendizaje, el proyecto comenzó a crecer de manera inesperada lo que los llevó a duplicar la producción de un año hacia otro.
El primer vino nace en el 2015 entre un Malbec proveniente de Ugarteche, Luján de Cuyo combinado con apenas 10% de Syrah del Este mendocino, obteniendo 900 botellas. La segunda cosecha (2016) se pensó ya en profesionalizar la elaboración y desde entonces han crecido de a poco logrando en 2018 una producción de 4.500 botellas, manteniendo el espíritu emprendedor, pero sobre todas las cosas, de compromiso entre los que quedaron actualmente al frente (Leonardo Binci y Rodolfo Dhuin) y quién tuvo que abandonar el proyecto sin dejar de estar ligado a través de la amistad (Francisco).
Bodega Casa Tano
El proyecto Casa Tano nace de la ilusión de 2 amigos de Godoy Cruz hace 10 años atrás, Cristian Santos y Lucas Richardi, que después de varias elaboraciones caseras empezaron a elaborar vinos a grupos de amigos utilizando la elaboración urbana como método de enseñanza, y la amistad como puente de comunicación de la cultura del vino.
Hoy Casa Tano es una bodega artesanal urbana, su nombre viene debido a que se encuentra en una antigua vecindad de familias italianas que está ubicada en el barrio parque de Godoy Cruz. Además de producir vinos personalizados también elaboran pequeñas partidas de sus propios vinos con uvas de todas las zonas de Mendoza. En su portfolio se encuentran vinos tintos, blancos, rosado y vinos espumosos “PET NAT” o “Método Ancestral”. En total elaboran cerca de 20.000 botellas anuales.
Casa Tano no es solo una bodega, es una filosofía, una manera más simple y cercana de elaborar y comunicar el vino.
Malajunta Wines
Malajunta nace en el año 2015, a partir de una idea de dos amigos Leo Berlanga y Gabriel Donozo, los cuales se conocen desde los 10 años gracias a que comparten la misma pasión que es el rugby.
Un año antes, en el 2014 cuando Gabriel termina la facultad, Leonardo le propone elaborar vinos con uvas de una finca de su flia ubicada en Valle de Uco, pero con una impronta más desestructurada y arriesgada en cuanto a la presentación e imagen. La idea fue crear un producto versátil, fresco y jugoso que representara la parte joven de los vinos de montaña, y también apostando a algunas cepas menos tradicionales para los consumidores, como Petit Verdot, Pedro Ximenez o Ancellota.
En la actualidad el proyecto tiene 2 lineas de vinos, todo el portfolio Malajunta y una línea más alta llamada “Perdona y Olvida” los cuales se tratan de vinos más maduros y más estructurados. Proyectan sumar pronto otra línea más.
Malabarista Wines
FERNANDO Y EDUARDO.
Proyectado entre dos amigos enólogos, Fernando Ravera y Eduardo Gabbarini, Malabarista ve la luz en el 2015 y el nombre surge de justamente los “malabares” que un enólogo que hacer durante la elaboración, desde la elección de la uva hasta los estilos y tiempos de cada vino.
Comenzaron con un Malbec y hoy en día tienen seis opciones que van desde cepas no tradiconales hasta varietales puros, co fermentados y espumante.
Además de esta línea, también el 2019 crearon una nueva línea más joven y económica pensada para jóvenes que se están iniciando en el mundo del vino.
La impronta de la imagen juega un rol importante en cada botella, teniendo una línea estética y temática orientada a la magia.
Con burbujas, sin sulfitos ni azúcar añadido. Así es el Pétillant Naturel, Pét-Nat para los amigos, el vino espumoso francés que conquista paladares con su naturalidad.
Son espumosos frescos, salvajes y de nueva generación. Burbujas modernas y con consciencia que se han convertido en la última moda en lo que a vinos naturales se refiere, a pesar de que llevan a sus espaldas 500 años de tradición. Podría decirse que los actuales Pét-Nats son los antepasados del Champagne, ya que su elaboración sigue uno de los métodos más antiguos y naturales para producir vino espumoso de la historia.
Los mejores Pét-Nats australianos.
Pét-Nat es la abreviatura francesa de Pétillant Naturel, que significa “naturalmente espumoso”. En Francia, el método de elaboración que siguen estos vinos se conoce como Método Ancestral que, sin liarnos demasiado, consiste en que verter el mosto aún fermentando en la botella, donde termina de fermentar y desarrolla el carbónico, es decir, la fina burbuja característica. El vino no se filtra y tampoco se le agrega ninguna dosis de azúcar, razón por la cual se le considera más natural que a otros espumosos.
Los Pét-Nats vuelven a estar en boga porque suponen una vuelta a la vinificación más auténtica, pero lo hacen en pequeñas cantidades y mediante una forma muy cuidadosa y natural de tratar el vino. Tanto en el viñedo como en la bodega, el foco está en el trabajo natural, lo que aporta a estos vinos una variedad de estilos, aromas y expresiones que nunca ha sido tan inmensa como ahora.
Los Pét-Nats son la revolución ‘frizzante’ de los vinos naturales.
El resultado son vinos espumosos sin pretensiones pero con mucha personalidad, que resurgen desde todas las regiones del mundo -empezando por Francia y siguiendo por Alemania o Austria y llegando hasta Australia o Nueva Zelanda- a partir de casi todas las variedades de uva. Actualmente hay Pét-Nats dulces y gustosos, también otros más frescos y minerales, elaborados por cada vez más viticultores aventureros que apuestan por recuperar y transmitir una tradición que aún hoy nos sigue cautivando.
¿A qué sabe un Pét-Nat?
No importa si son blancos, rosados o tintos, este tipo de vinos suele presentar cierta turbiedad debida a ese proceso de embotellado sin filtrar y sin sulfitar. Algo que no sucede, por ejemplo con los champanes, los cavas o los proseccos de las grandes bodegas, que consideran esta falta de limpidez un defecto. Como regla general, los productores nativos de Pét-Nat trabajan en contacto directo con la naturaleza, utilizan métodos ecológicos e incluso biodinámicos.
Como cavas o champanes, también hay Pét-Nats rosados.
Gracias al uso de levaduras autóctonas y a la fermentación en botella, los Pétillants ofrecen aromas muy diversos y a menudo emocionantes. No son espumosos clásicos ni tampoco vinos exclusivos solo disponibles para unos pocos, sino una alternativa divertida y para todos los bolsillos (suelen rondar los 20€), cuya mayor aspiración es ofrecer a los paladares más curiosos una experiencia de sabor inusual y, sobre todo, una gran facilidad para beber y disfrutar.
¿En qué se diferencian del champán?
En la elaboración. A diferencia del champán, los Pét-Nats no requieren la segunda fermentación del champán, en la que se agrega azúcar y levadura. Con los Pétillants, la fermentación natural se interrumpe, el vino se embotella y termina de fermentar allí. Otra diferencia es la presión, menor para este tipo de vinos. De ahí que parezcan más ligeros y con burbujas más sutiles. Por último, el grado alcohólico, normalmente más bajo que el de otros espumosos.
El Pét-Nat suele ir cerrado con la misma chapa que una cerveza.
El sellado a veces también marca la diferencia. Si bien Champagne cierra sus botellas con esos grandes corchos naturales tan característicos, los Pét-nats suelen estar coronados con una modesta chapa tipo las que se utilizan para los botellines de cerveza. Su objetivo no es la guarda, son vinos jóvenes que no necesitan pasar años en la botella para adquirir matices. De hecho, suelen invitarnos a abrirlos cuanto antes para disfrutar de su carácter más “funky”. Completamente fermentados y secos (brut) pero con ese encantador toque dulzón de la uva.
¿Cómo se sabe que es un Pét-Nat?
La mayoría de las botellas anuncian en la etiqueta Pétillant Naturel o Méthode Ancestrale. Muchos juegan con el término y se refieren a él como ‘pitt-nat’, ‘pet-NOT’… El gamberreo suele ser una máxima de esta clase de vinos. Una chapa de botella, una etiqueta modernita y un líquido turbio suelen ser también buenos indicadores.
Los Pét-Nats siguen la línea y la estética de los vinos naturales.
¿Cuándo y cómo tomarlos?
Las botellas de Pét-Nat no suelen indicar la cosecha. Es algo habitual en los espumosos, pues siguen un sistema de relleno que hace muy difícil saber el año exacto de vendimia. Aquí no existen los Millésime ni los embotellados de añadas especiales. Sin embargo, empieza a haber ejemplos que han mejorado con el paso de 3 o 4 años. No obstante, como apuntábamos más arriba, no son vinos creados para acumular polvo en su bodega sino para beberlos cuanto antes.
En cuanto al mejor momento para degustarlos, cualquiera. Desde el aperitivo si son frescos, la comida si son aromáticos, con algo más de cuerpo para una tarde de barbacoa o incluso para acompañar los postres si tiene ese puntito dulce. Eso sí, como el mejor champán, a unos 7º de temperatura y en copa de vino blanco para que se exprese a gusto. Ni pompadoures ni flautas.
La uva Criolla es una de la variedades que últimamente están más en boga en los consumidores, a raíz de que muchos productores argentinos de distintos puntos del mapa comenzaron a revalorizarla, en cuanto al manejo del viñedo y calidad en la vinificación, de manera tal de lanzar etiquetas al mercado como varietal.
Para intentar aclarar el panorama y las características organolépticas de esta cepa cada vez más difundida. El sommelier Martín Buonsante preguntó: “Pero, ¿Que entendemos por Criolla? Porque pareciese que Criolla es todo lo mismo, y no es así. Hay dos grandes familias que son, la Criolla Chica y Criolla Grande, y que asimismo, son dos variedades que no tienen nada que ver una con la otra.
Criolla Chica o Listan Prieto española es originaria de Canarias y de las primeras uvas en llegar a nuestro país, masomenos en el 1500, junto a la Moscatel de Alejandría. Se plantaron y luego eso se empezó a degenerar, empezaron a aparecer mutaciones genéticas pero naturales, y de ahí surge el Torrontés, que no es técnicamente criolla porque es hija de dos variedades españolas. Pero después se mezclaron la Listan Prieto con el Torrontés, y así sucesivamente comenzaron a nacer un montón de variedades nuevas. Criolla, su nombre es porque se generaron acá naturalmente, entre ellas los Moscateles, salvo el de Alejandría, el Moscatel negro, el rosado y el blanco, que son variedades de Criollas que fueron después identificándolas. Por ejemplo, el Torrontés Riojano es autóctono argentino pero hijo de dos variedades europeas. por eso no es criolla, en cambio el Sanjuanino si es Criolla porque es hijo de una europea y Torrontés, ahí es donde se empiezan a generar los cruces”.
Según un informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) la Criolla Grande o Sanjuanina junto a la Cereza y la Criolla Chica, integra el grupo de cepajes llamados “criollos” por la antigüedad de su cultivo en Argentina y otros países de América. Se ha determinado que su origen es un cruzamiento de Moscatel de Alejandría y Listan Prieto.
Está ampliamente difundida en Cuyo, generalmente en parrales mezclado con la Cereza. Presenta alta productividad y es bastante susceptible a Peronóspora. Sus vinos son de muy poco color y pobre calidad y requieren para su comercialización cortes con otros caldos. Es una de las variedades más utilizadas en la elaboración de los denominados “blancos escurridos” y en la producción de mostos.
Como los demás cepajes criollos, su presencia en distintos países de Sudamérica, es conocida desde muy antiguamente. Estudios recientes (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria – INTA) demuestran que proviene de cruzamientos naturales de diversos cepajes foráneos (Muscat a Petit Grains, Heptakilo, Moscatel de Alejandría, Listan Preto). Es una variedad con aptitudes para el consumo en fresco, pero se destina en gran parte para la elaboración de vinos básicos y puede dar origen a un vino moscatel de intenso perfume, en ocasiones muy apreciado. Está ampliamente difundida en Mendoza, generalmente en parrales mezclado con otros cultivares como Criolla Grande, Cereza y Pedro Giménez.
Ampelográficamente se caracteriza por sus hojas redondas, de dientes convexos, pentalobadas, con senos laterales semejantes y de profundidad media. El racimo es grande, bastante suelto con bayas redondas, algo más chicas que las de Cereza.
SUPERFICIE
En el año 2018 se registraron un total de 14.040 ha de esta variedad, lo cual representa el 6,4% de la superficie total de vid del país, siendo la quinta variedad más cultivada. Se cultiva casi exclusivamente en Mendoza (96,6%) y San Juan (3,2%). La cantidad de hectáreas de variedad Criolla Grande va en disminución. En el período 2000-2018 ha disminuido un 43% (-10.601 ha) la superficie de esta variedad. En Mendoza bajó un 42,8%, en San Juan un 48,6% y en otras provincias un 56,9%.
SISTEMA DE CONDUCCIÓN
En la provincia de San Juan más del 99% de la Criolla Grande se encuentra bajo el sistema de conducción parral, y ese porcentaje prácticamente se mantiene en todas las localidades. En Mendoza, en promedio, el 63% de esta variedad se conduce en parral, y este porcentaje varía en las distintas localidades. Tupungato y Tunuyán alcanzan el 100%, mientras que en La Paz y General Alvear solo llega al 36% y 25% respectivamente.
PRODUCCIÓN
En el año 2018 se registró una producción de 2.517.261 quintales de uva variedad Criolla Grande en todo el país, alcanzando el tercer puesto del ranking de variedades con casi el 10% de los quintales cosechados en el año. El 97,3% del país corresponde a la provincia de Mendoza y el 2,6% a San Juan.
Cada vez más bodegas argentinas que vienen incursionando en el camino de alumbrar vinos orgánicos e, incluso, biodinámicos. Para la mayoría, esto no responde únicamente a una cuestión comercial. Hay, por detrás, una filosofía y una forma de entender la vitivinicultura y el cuidado del medioambiente. Y, además, en épocas en las que abundan los agrotóxicos, estos proyectos apuntan a una mejor calidad de vida.
A continuación, te presentamos cinco datos que posiblemente no sabías sobre los vinos orgánicos de la Argentina:
1. La Argentina es el segundo país con mayor cantidad de tierras orgánicas
De acuerdo a un estudio realizado en 2016 por el Instituto de Investigación en Agricultura Orgánica, la Argentina es el segundo país con mayor cantidad de tierras agrícolas orgánicas (3 millones de hectáreas), por detrás de Australia (27,3 millones) y por delante de China (2,3 millones).
De acuerdo al informe, las regiones con las mayores áreas de tierras agrícolas gestionadas orgánicamente son Oceanía con 27,3 millones de hectáreas, que representan la mitad de las tierras agrícolas orgánicas mundiales; Europa, con 13,5 millones de hectáreas (23%); y América Latina, 7,1 millones de hectáreas (12%).
2. Los viñedos orgánicos locales explican el 2,8% del total mundial
En Argentina, la mayor superficie destinada a la producción orgánica corresponde a los pastos para la ganadería seguido por frutas y verduras.
En el caso de la producción de vid, de un total de 7,1 millones de hectáreas destinadas a las uvas que hay en todo el mundo, sólo un 5,3% (casi 380.000 ha.) están certificadas como orgánicas.
Argentina, de acuerdo al informe, presenta 2,8% del total de sus viñedos con certificación orgánica. Esto la ubica detrás de la Unión Europea (8,4%) y Nueva Zelanda (5%); y por delante de Estados Unidos (2,7%), China (2,4%), Sudáfrica (2%), Portugal (1,8%) y Chile (1,5%).
3. La mayoría de los vinos certificados se exportan
Según estadísticas del Servicio Nacional de Sanidad (SENASA), más del 95 por ciento de los vinos certificados como orgánicos se destinan a los mercados del exterior.
4. La Unión Europea es el principal destino de los vinos orgánicos nacionales
La Unión Europea representa el 75% del total exportado (4,8 millones. De esa cantidad, el 67% tiene como destino el mercado de Dinamarca (2 millones de litros) y Suecia (1,1 millones de litros).
En este marco, los otros países importadores de vino orgánico argentino son Estados Unidos (4%), Suiza (3%), Japón (3%) y el 15% restante se distribuye entre diversos destinos del mundo, como Brasil, Canadá, Colombia y Rusia.
MENDOZA.- El reciente decreto nacional que modificó el régimen de retenciones a las exportaciones no deja de provocar malestar en “la tierra del sol, del buen vino y del conocimiento”. Es que los hacedores de la bebida nacional aseguran que es un golpe al incentivo en la producción, al tiempo que consideran que la medida contradice su espíritu de “menos retenciones a mayor valor agregado”. Por tal motivo, el arco político, principalmente el radicalismo, comenzó a alzar la voz contra la decisión que tomó la Casa Rosada el último día del 2020, que dispone para el vino y el mosto una alícuota de 4,5%, y ya no de $3 por cada dólar exportado.
De esta manera, los diputados nacionales del oficialismo mendocino pedirán que la Comisión Bicameral Permanente de Trámite Legislativo elabore un dictamen de invalidez del DNU 1060/2020. Asimismo, esperan que el justicialismo se sume a la queja, que lideran Alfredo Cornejo y Claudia Najul (UCR-Juntos por el Cambio).
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En tanto, en el gobierno provincial hablan de “falta de coherencia” de Nación al ponderar el vino como un insumo básico pero sin asignarle un derecho de exportación del 0% como a otros productos industrializados. En el Ejecutivo cuyano entienden que al tratarse de un bien industrial con valor agregado no debería tener gravamen sobre las exportaciones. “Claramente el vino no es un insumo básico sino un producto industrializado”, apuntó Cornejo.
En la industria madre mendocina buscan que la cadena de producción y de valor asociadas se vean potenciadas, con el objetivo de recuperar los niveles de exportación vitivinícola, que sufre un estancamiento desde hace 10 años a raíz del atraso cambiario y la crisis actual, según consignaron desde Bodegas de Argentina. “El vino argentino necesita más apoyo para tener mayor crecimiento. Argentina es el país vitivinícola líder menos internacionalizado; de ahí la necesidad de hacer crecer las exportaciones”, señalan los empresarios nucleados en la entidad, aunque reconocen que meses atrás el Gobierno nacional mejoró los reintegros. De todas maneras, creen que el nuevo régimen de aranceles desalienta las ventas al exterior.
“Estamos hablando de un 20% de aumento en las retenciones para un sector fundamental de la economía de Mendoza como es la industria vitivinícola, en un contexto de singular fragilidad dadas las circunstancias que impone la pandemia. Una vez más, en lugar de incentivar la producción, el Gobierno insiste en su actitud discriminadora hacia Mendoza, comprometiendo la capacidad de inversión y generación de empleo de los exportadores”, indicó Najul.
La legisladora nacional fue más allá en el reclamo y cargó no sólo contra las autoridades nacionales sino contra el justicialismo local por no tomar cartas en el asunto. “Indigna la decisión inconsulta e injusta de la Casa Rosada, pero también -como tantas otras veces- nos angustia el silencio del PJ local. Les pedimos por favor a los legisladores peronistas que nos acompañen ante esta situación que perjudica a la gente que representamos. Piensen en Mendoza; no es momento de agachar la cabeza sino de defender los intereses y las oportunidades de desarrollo de nuestra provincia”, completó la diputada.